Hace frío,
como un invierno sin sol.
O
como las llamadas perdidas.
Y la habitación siempre desordenada:
la ropa sobre
la cama y mi vida por el suelo.
Os juro que ya he perdido la cuenta de los
cigarrillos que me he fumado como sustitutos de alguna boca.
Encontraré un
lugar:
unos brazos,
en los que el tiempo lo controle el corazón y no tenga nada
que ver con el mundo.
Una franja horaria limitada por la línea de tus curvas.
Ser feliz depende de que me hagas, he creído comprender.
Que sin ti no llego a
rascarme ese miedo que me pica,
localizado entre el vértigo de quedarme solo
más tiempo y la realidad que suena temprano a las 8 en punto.
Quisiera querer
despertar mañana.
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