viernes, 22 de noviembre de 2013

Huir - Marçal Font

Huir, como si quemara la sombra. Huir. Huir como el viento, como el agua, como la piedra. Huir del mar, huir de la sal, huir de la arena, huir de la vida como si la vida en ello nos fuera. De los brazos de la matrona a los del sepulturero. Huir. De Domingos con prisa, de madrugones graníticos, de siestas calcáreas, de sueños de arenisca. De poemas en servilletas, de dogmas sin crítica y de la crítica con caretas, de la academia sin sangre y de la sangre sin sapiencia. Huir. De quien canta un salmo igual que un gol, de quien canta un gol igual que un parto. De quien invoca guerra con Paz en la boca, del disidente a deshora, del que por tí mataría y del que sin tí se mata. De la lucha sin sentido y del sentido en simulacro.

Huir. De quien no ama Belleza, de quien no consume Belleza, de quien no devora Belleza, de quien no es un adicto empedernido de la Belleza y la busca hasta en los recovecos más repugnantes del mundo, porque sólo nos salvará Belleza. Huir de todos los demás hasta quedar solos. De los ecos, los reflejos, los fuimos, los habíamos, los hubiéramos, los habríamos sido… De ti y de mi, del nosotros, del “como ellos”, los para siempres y jamases.
Huir. De quien tiene más camino en la lengua que en la suela, más cicatriz en papel que en la piel, más curriculum que vida de capa y espada. Huir de uno mismo. De quien dice ser uno mismo, él mismo desde sí mismo. De quien se busca y de quien se pierde por seguirse y por seguir a quien se pierde.

Huir. Del polluelo muerto en la mano y los cien volando en la cresta. Del loco deslunado, del águila sin sol, del poeta sin poema, del monje sin hábito, del rey sin corona, de la mona sin seda, del emperador sin traje nuevo y del reo sin condena. Huir de Marte sin espada, de Venus sin pasión, de Judas sin beso, de Narciso sin espejo, de Orfeo sin lira, de Betty Boop sin liga, de San Esteban sin martirio y don Quijote sin delirio.

Huir. De quien teme a Amor, de quien avergüenza a Amor, de quien burla a Amor, de quien a Amor, aquella maravillosa putada, rinde tributo en rituales huecos y frases hechas, flores por encargo y cuernos de puta triste y entrega en usufructo de cuerpo cansado. Que sólo Amor mata a Amor y todo lo demás es mamoneo, envoltorio y tapa.

Huir. Para no quedarse quieto. Para crecerse y no estancarse, para no ser pestilente y traicionar al tiempo achicando territorio hasta quedar sólo en “yo”, chiquito, nimio, estático y colapsado como una bici sin pedales.
Huir. Lejos. Más allá de mares de dudas, travesías del desierto, montes de Venus, cuevas del tesoro, caminos de oro, puentes de plata, castillos de aire, torres de marfil y pantanos del pensamiento. Más allá de puertas al más allá.
Huir. Lejos. Hacia la boca del lobo, hacia el lienzo en negro, hacia lo que no todavía pero quizás más tarde, hacia la sima oscura, profunda, sin vértigo del misterio. Huir en un salto abisal. Huir por huir para ser y no estar. Para estar en otra parte. Para que sea otra parte. Huir para ensanchar el mundo y engullir abismos en caída voraz hacia lo hondo, hacia el orgasmo y la herida. Hacia el cielo en agua y la sangre en llamas. Huir como si quemara la sombra.


Huir.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Yo antes de ti

Antes de ti lo tenía todo:
Tenía mis labios, mis labios me pertenecían.
Tenía mi piel, 
mi pelo 
e incluso un corazón en propiedad sin intereses ni deudas a plazo fijo.

Antes de ti tenía nombre, 
dos apellidos, 
ocho cifras en mi DNI.
Cero positivo en mi grupo sanguíneo,
tenía, al fin y al cabo
sangre recorriendo mi cuerpo.

Yo antes de ti tenía manos, 
piernas, 
una cicatriz en mi clavícula
y una espalda con tus huellas.

Antes de ti me pertenecía,
me sabía mía 
y desconocía esta necesidad de sentirme tuya
y entonces tú...

convirtiéndote en el principio y en el final de un cuento nunca escrito
en el érase una vez, ni dos ni tres
y esa es la mayor de las putadas.

Yo antes de ti lo tenía todo,
me tenía a mí.

Ahora sólo me queda la esperanza de mirarte 
y soñar con que algún día
vuelvas a querer perder el tiempo conmigo.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Como saberte desde entonces. - Irene, con R

Me habían hablado del destino
demasiado tiempo, 
como que para ahora
me devuelvan mi escepticismo 
en una bala con sus labios.

Lo más peligroso de lo imaginable,
es lo que imaginas con los ojos cerrados
como una incrédula ante su propia suerte.
Cuando repites "no" antes de ofrecerte
cualquiera de tus posibilidades.

Y una de ellas eras tú.

Tú el día que me convertiste en síes
todos mis muros erróneos.
Tú el día que apretaste con tanta fuerza
el paisaje de un invierno
en el que un único día nevó
y me pillaste con las manos calientes.

O tú, el sol sobre tu cabello
o el descenso cinco minutos antes
de elevarme sobre la cornisa,
con altura desconocida.

Me hablaste de casualidades
y de por qué te confundían con ellas.
Yo que me hubiese creído que venías
de cualquier parte,
que no fuese mi pasado.

Empecé a creer, 
como si de mi religión
te tratases.

Entonces, 
Imagina que hubiese 
salido de casa cinco minutos después,
que hubiese perdido mi tren,
y ya seríann diez minutos de más.
Que al subir las escaleras
no hubiese esperado,
y mi impaciencia me hubiese llevado
por el camino contrario.

Imagínalo tú, que yo no puedo.
Si lo haces, no hubieses sido casualidad
ni me hubiese creído un momento
lo de tu destino.

Imagina que no te hubiese encontrado
en este mismo lugar
donde te hice estallar,
de risa.

Hoy no sería lunes,
ya sabes eso de que
"siempre es lunes desde entonces."


Y yo no sabría,
que puedo viajar a cualquier parte
donde aún queden restos
de tu recuerdo.
Que eso de soñar está muy mal visto,
cuando cierran los ojos
y no te ven.

Cuando son estos mismos ojos
los que aprendieron a vivir un sueño

quedándose prendados de tu realidad.

Presentación "Un Invierno sin sol" - Escandar Algeet


Yo amé, con perdón.

Amé por encima de todas las cosas, que es,
permítanme que les diga,
de la única forma en que se puede amar.

Yo viví
en un cálido regazo del amor,
protegido bajo su techo,
comiendo de su misma mano,
aprendiendo el fuego hasta verlo arder,
hasta quemarnos.

Compartí su sudor
y ascendí en su alegría de peldaño en peldaño.
Es decir: de dos en dos.

¿Sabéis qué?
Yo tampoco creía en la magia hasta que la vi.
A ella.
Irradiándola, desprendiéndola,
descontrolando el tiempo
y cargándose con un gesto cualquier rutina impuesta,
criando una primavera en cada estación.

Solo querría decirles eso.
Decirles: yo tuve un reino y lo llamé hogar.
Y fue tan inmenso como el más pequeño de los detalles.
Una puta barbaridad.
Así debía de ser mi cuento.

Sin embargo, escribo desde el dolor aquel
en que solíamos gritar que todo acaba mal
porque si no, no acabaría.

Así fue
que todo se llenó de distancia
y de sangre,
todo se ensució de grietas y pudriéndo-
se pasó como una enfermedad
por delante de nosotros,
un olvido por encima de nosotros
paseándose
jodiéndonos,
diciéndonos adiós,
a Dios reclamadle.

Estas son mis ruinas y esta es mi voz.
Un paseo con vistas a los escombros.

Si veis al amor por ahí, solo decidle que lo siento.
Que el frío se ha hecho ciudad
y yo, solo, he aprendido a quemarme.

Que la poesía pague los destrozos
y su recuerdo sea mi única migaja de calor.

Esta es la historia de un derrumbamiento.
El infierno hecho paisaje.
Mi baile nupcial sobre el lodo.

Un invierno sin sol.