Me habían hablado del destino
demasiado tiempo,
como que para ahora
me devuelvan mi escepticismo
en una bala con sus labios.
Lo más peligroso de lo imaginable,
es lo que imaginas con los ojos cerrados
como una incrédula ante su propia suerte.
Cuando repites "no" antes de ofrecerte
cualquiera de tus posibilidades.
Y una de ellas eras tú.
Tú el día que me convertiste en síes
todos mis muros erróneos.
Tú el día que apretaste con tanta fuerza
el paisaje de un invierno
en el que un único día nevó
y me pillaste con las manos calientes.
O tú, el sol sobre tu cabello
o el descenso cinco minutos antes
de elevarme sobre la cornisa,
con
altura desconocida.
Me
hablaste de casualidades
y
de por qué te confundían con ellas.
Yo
que me hubiese creído que venías
de
cualquier parte,
que
no fuese mi pasado.
Empecé
a creer,
como
si de mi religión
te
tratases.
Entonces,
Imagina
que hubiese
salido
de casa cinco minutos después,
que
hubiese perdido mi tren,
y
ya seríann diez minutos de más.
Que
al subir las escaleras
no
hubiese esperado,
y
mi impaciencia me hubiese llevado
por
el camino contrario.
Imagínalo
tú, que yo no puedo.
Si
lo haces, no hubieses sido casualidad
ni
me hubiese creído un momento
lo
de tu destino.
Imagina
que no te hubiese encontrado
en
este mismo lugar
donde
te hice estallar,
de
risa.
Hoy
no sería lunes,
ya
sabes eso de que
"siempre
es lunes desde entonces."
Y
yo no sabría,
que
puedo viajar a cualquier parte
donde
aún queden restos
de
tu recuerdo.
Que
eso de soñar está muy mal visto,
cuando
cierran los ojos
y
no te ven.
Cuando
son estos mismos ojos
los
que aprendieron a vivir un sueño
quedándose
prendados de tu realidad.
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