domingo, 6 de octubre de 2013

"En un mundo de grises"

Y nos buscamos en los bares de siempre, 
en las madrugadas en las que solíamos no dormir, 
en los viajes a París que no hicimos, 
en esos besos que no llegaron a ser más que miradas deseosas a nuestros labios. 

Fuimos como dejar un puzzle a medias o, peor, una cerveza.
Nos quedamos con ganas de algo, que era todo.
Jugamos durante un tiempo, tú me decías "ven" y siempre solía estar a tu lado, 
así que te acercaba un poquito más, hasta que los pocos centímetros que nos separaban se volvían magnéticos.
Parecíamos como dos imanes que se tientan sin llegar a juntarse. 
Un tira y afloja.

Quítame el sueño que despierto también puedo inventarte. 
Y siempre estaba el típico orgullo diciendo que se nos hacía tarde, y tenías que marcharte.
Reducirlo todo a suspiros.
Incitándome a que me fumase todos los cigarrillos del mundo. 
Y convertías las noches en andenes en los que yo esperaba que volvieses con el primer tren de la mañana, pero hay mañanas que nunca llegan. 

Te escondías siempre tras las montañas de un montón de excusas. 
No salió el sol durante varios meses, y pasé el invierno al calor de las fotografías. 
Y del ron cola.
 Así vivimos un tiempo, hasta que ya no pudimos matarnos más y, con las manos vacías, nos dimos dos besos. 
Tú llevabas un jersey verde y yo un montón de apariencias falsas. "Que no te quería", te dije, y supongo que, en parte, no te mentí. 

Que no te quería querer, me explico. 
No ha llovido mucho desde entonces, pero lo poco que ha llovido nos ahogó a los dos. 
Naufragamos, de alguna forma, dentro de nosotros mismos. 

Luego gritábamos nuestros nombres, demasiado tarde, cuando ya la distancia que nos separaba no era tanta pero sí la suficiente. 

En el fondo sabíamos que mejor lejos que mal acompañados. 
No, espera: en el fondo sabíamos que mejor lejos que haciéndonos daño. 

Si alguien me pregunta, le digo que todas las cicatrices que tengo son de un exceso de velocidad que tuve —hacia tu cuerpo, pero eso nunca se lo he comentado a nadie—.

Parece que lleve esperando este otoño medio siglo, que es curiosamente el tiempo que llevo sin saber si sigues usando ese perfume. 

En fin, estoy empezando a cicatrizar como las hojas de los árboles. 
Pronto me secaré lo suficiente como para que cualquier sonrisa me rompa de nuevo. 
A lo mejor me enamoro. 
Y las cosas volverán a ser como antes de que tú fueses las cuatro estaciones de mi vida.

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