martes, 22 de octubre de 2013

Fragmentos de Raro - Benjamín Prado

Sólo los tontos creen en sí mismos. Ésa era la frase favorita de mi padre. Le gustaba decirla para acabar alguna de sus historias acerca de la manera en que había construido el futuro con sus propias manos, contra viento y marea. Cuanto más te hundes, menos gente confía en ti; no creen que hayas caído desde alguna parte, sino que siempre has estado abajo.

Muchas veces creemos que si no hubiéramos hecho las cosas tal y como las hicimos, ahora estaríamos en un sitio mejor, pero nos equivocamos. Sólo es que a veces las ruedas cambian de dirección antes de que todo vuelva a su sitio.

¿Sabes? es como si todo el tiempo estuvieras corriendo junto a un enorme pozo, levantando un muro a su alrededor, y bastara un pequeño empujón para caer dentro de él. Parece que alguien viene y escribe algo encima de toda tu vida y cuando vas a mirar, lo que hay escrito es no hay trato. Sólo es eso: no hay trato.

...Y se decía a si misma algo del estilo de: cuando todo va demasiado rápido tienes que ir deprisa si no quieres quedarte atrás. Siempre he pensado que mi madre era mucho menos valiente que sus frases, pero supongo que era su forma de mirar hacia abajo y no sentir vértigo.

Después de aquello nada volvió a parecer igual: era el mismo puzzle, pero algunas piezas ya no encajaban y otras se habían perdido para siempre. Es curiosa la forma en la que recordamos las historias sólo porque estaban llenas de cosas pequeñas que no nos caben en las manos.

Dicen que cuando alguien no tiene nada que darte, te ofrece el futuro, pero no es cierto. Lo cierto es que un día te das cuenta de que lo malo no son los problemas, sino el hecho de que necesites darles una respuesta, y entonces, sin saber de qué forma ha ocurrido, te encuentras en alguna parte mirando a la oscuridad, las calles encendidas y las casas apagadas, imaginando un montón de gente que piensan unos en los otros, que tienden puentes a lo largo de toda la ciudad, de una habitación a otra, de un corazón a otro.

Todas las canciones terminan por ser tristes, por ser la banda sonora de algo que has perdido. Hay canciones que vuelven muchos años después para rompernos el corazón y hay mujeres que se marchan como si fueran canciones. Para alguno de nosotros es algo que viste una vez pero no pudiste coger y que no has vuelto a ver nunca más, algo que de alguna manera has perdido antes de que fuera tuyo y desde ese día sabes que el resto no es nada, sólo nieve cayendo encima de la nieve, y aunque tengas alguna parte donde ir, hay mil puertas a tu alrededor, pero ninguna tiene la palabra salida.

Al fin y al cabo, las cosas que uno está dispuesto a creer terminan por ser verdad.

Tal vez estaba convirtiéndose en una de esas personas que de pronto descubren que entre todo lo que tienen y todo lo que han perdido no hay absolutamente nada.

La verdad es que no la culpo: todos tenemos derecho a asustarnos cuando vemos que algo grande se nos viene encima. Tess era uno de esos coches que aparecen de pronto en las calles del centro cubiertos de nieve de alguna montaña lejana y la gente se da cuenta de que querría estar en esa montaña y toda la ciudad empieza a parecer una ciudad distinta y peor y sus relojes van más despacio y sus sábados están más lejos. Sólo que su nieve no se deshacía, aquel coche estaba cada vez más blanco mientras el mundo seguía dando vueltas con sus veranos e inviernos, con sus noches de lluvia y sus tardes de sol. Nuestras habitaciones volaban por los aires y ella escribió un poema que hablaba de las formas en que se fundían las líneas de nuestras manos y yo descubrí que cuando la escalera termina puedes seguir subiendo. Y, de repente, la nieve empezó a deshacerse. [...]Las cosas siguieron por el mal camino. Ella había olvidado que en un tanto por ciento sólo eres feliz cuando sabes usar las cosas que ya tienes como si fuesen nuevas y yo ya había empezado a mirar para otra parte. Fueron tiempos difíciles, con cada uno de nosotros al final de su propia calle sin salida. Una vez leí que los hombres creen fácilmente en aquello que desean. Tess y yo habíamos dejado de creer en nosotros mismos.

Casi todo lo que intentan enseñarte tus padres cuando eres joven es que no debes ser tan joven.

Cuando no tienes ningún sitio a dónde ir, todos los sitios son el mejor. Había creado un mundo romántico dentro de canciones que él quería bailar pero miserable y soez fuera de ellas, Ander no quería hundirse pero tampoco nadar, sólo quería hacerse el muerto. Mientras flotara, le daba lo mismo dónde le llevase la corriente.

Todo el mundo tiene más recuerdos de los que necesita.

Me parece que ella también está asustada y cuando me quedo mirándola me doy cuenta por primera vez de lo que ha cambiado: tengo la sensación de que las palabras son las de siempre, pero la mujer que las dice es otra. Cuando vuelvo a mirarla sus ojos están llenos de lágrimas pero sonríe. A veces la gente sólo avanza porque teme dar un paso atrás.

Parece un hombre decepcionado e infeliz. Su cara dice que en este mundo los únicos que saben lo que les espera son los que no esperan nada.

No sé que era, pero allí estaba: de repente todo había cambiado de sitio. Ya sabéis a lo que me refiero: la próxima vez que miras, el río ha empezado a correr en dirección contraria. Pensaba en ellos de una manera extraña, como un hombre puede imaginar un río, pero no una manera de cruzarlo.


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