Llegaste
en el anuncio.
Tú lo
decías al decir voy.
Llegabas.
Por
eso no te espero sola, ni aquí.
Estamos
juntos en ese otro sitio intermedio entre los dos,
donde
nos reunimos con la luz cada vez,
antes
que con los cuerpos;
y de
ahí, quizá, arrástrame hasta la luz,
hazme
venir,
enciende
cada poro y dime "eres",
dime
"crece en ti el universo,
eres
el primer motor,
el
modo,
el
torno,
el sí
que todo lo sustenta y que yo alcanzo con la forma tibia de mis manos".
Entonces
las cosas empiezan a funcionar y mira, escucha, han salido todos a celebrarlo:
los
365 días y las galletas con chocolate;
tu
festiva banda minúscula y los libros que compramos juntos;
tus
álbumes de dibujo, las fotografías,
las
recetas ricas que preparas,
las
láminas que me dejas siempre, cuando te vas, debajo de la cama;
el
reloj que no te gusta, el agua y la miel.
Obsérvalas,
van bailando por la casa.
Adiós
es una palabra de dos sílabas, acentuada, aguda por cada paso que das cuando te
marchas.
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