domingo, 10 de marzo de 2013

Me das - Carlos Salem

Me das tu valor acobardado de razones, tu necesidad de hacerlo bien mientras lo haces, todos esos miedos que no logran frenarte.

Tu elegancia para andar a tientas o a copas, tu saber estar y ser, incluso, cuando crees que no sabes, tu amor con y sin dudas que vale más que siete reinos.

Me das tus ganas de reír sabiendo por qué, tus llantos de felicidad en la burbuja, tu impulso de abrazarme por la calle, tu incredulidad llena de fe en mí, tus preguntas eternas y fugaces.

Esa pena sin nombre ni cara que a veces te acompaña y a veces te persigue.

Tu latido por dentro que inunda días y colchones, todos los poemas que contienes y no dejas volar por pudor, pero se asoman por las puntas de tus dedos.

Esa mirada que cura y mata con la misma pervertida inocencia.

Me das tus manos. No sabes cuánto dan tus manos, cuánto te delatan y te explican sin palabras tus manos.

Me das la mujer del siempre y la del ya veremos, la mujer más mujer y la niña perdida con miedo a crecer pero que crece y no deja de creer desde las alas.

La jovencísima cómplice, la amante sin edad, la que se asusta si la quieren demasiado, la que exige, sin decirlo, ser querida.

Me das lo que ya has dado antes, lo que no volverás a dar a nadie, lo que puedes ser, lo que todavía desconoces pero intuyes.

Me das tu decisión de ser como quieres y no como digan, tus miedos a no llegar, tus futuras partidas, tus regresos a mí.

Me das tanto que voy a necesitar cientos de noches y poemas para explicártelo.

Y como también me das tu obstinación  al preguntar qué veo en ti, me temo que tendré que volver a explicarlo otra vez.

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